Comentan, malmeten, atacan sin saber.
Él, esclavo de ellos, les sigue por no quedarse quieto. Se deja llevar
por la corriente del mar y no comprende que lo que necesita está en
tierra.
Lo ve pasar, se va, él se aleja, y entonces se da cuenta de que quiere estar en tierra.
O tal vez no, tal vez no.
Tal vez no quiera abandonar el mar, sabiendo que ella acabará ahogándolo.
Y entonces la tierra, de poco vigor, se deteriora y poco a poco se
erosiona, sin poder volver a formar castillos de arena en ella.
Él lo ve. Él lo sabe.
Que triste que le pueda la marea.
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