5.12.11

Sensaciones en un par de líneas (1)

¿Cómo iba a pensar cómo acabarían así las cosas con él? No había la menor razón, nadie tenía la más mínima idea de que acabaríamos así, dos personas que apenas se miraban, dos personas aparentemente tan diferentes, y cada uno de ellos ocultaba cosas que, sin saberlo, les hacía cada vez más semejantes. Dos personas que…
No quiero adelantar los hechos, contaré todo desde el principio.

En septiembre del 2008, llegué nueva a un instituto, no tan nueva para algunos, porque ya me conocían. Él todavía no. Éramos personas ajenas, solo nos veíamos en el patio, porque él se ponía cerca de donde solía estar yo. Pero, en cuatro meses que estuve en aquel instituto, apenas nos habíamos dirigido 3 míseras palabras. Me resultaba atractivo, pero lo veía imposible, ni si quiera éramos amigos. A partir de ahí, supe que nada es imposible, solo teóricamente improbable.

Yo, aunque no viviera en el mismo pueblo, iba de continuo a ver a mis amigos. Un día fui, y a media tarde, apareció él, de la nada, y supe que también era amigo de ellos. La situación al principio me resultó un tanto violenta, pero hicimos buenas migas. Nos presentamos formalmente:
-¡Hola! No sabía que también te juntabas con ellos.-Dijo él.- Me llamo César, encantado.
-Yo Rebeca, igualmente.
Nos dimos dos besos, y pasamos prácticamente toda la tarde hablando. Entablamos poco a poco, una relación un tanto extraña, pero me gustaba.
Hablábamos casi todos los días, me contaba sus problemas, sus ideas, estaba loco, pero a mi me encantaba, y lo padecía en silencio. .

Pasé así unos cuantos meses, quedando con él, pero nunca asolas, con los demás amigos, hasta que en Halloween, algo pasó.
Quedamos todos los amigos, algunos disfrazados, otros aparecían y a los tres minutos desaparecían, gente fumando y bebiendo… Y cinco amigos más. Entre ellos él, que siempre estaba conmigo. Yo estaba cansada de esperar. Aquella noche quería pasarla con él, pero no podía hacerlo. Al menos, no todavía. Tenía una amiga, Inés, que me dijo que le gustaba hacía algún tiempo, así que me dirigí a ella.
-Tengo algo que preguntarte, ¿Te sigue gustando César?
-No, tranquila, he visto como le miras. Por mí, tienes la vía libre.
Pensé “Genial” pero ahora no sabía que es lo que debía hacer. La noche acababa. Él, otro más, y yo, fuimos a acompañar a una cuarta persona a su casa. Solo quedábamos tres, dos de la mañana, portal ajeno, algo colocados, y yo con unas ganas tremendas de besarle, pero estaba el otro amigo. ¿Típico, verdad? No poder besar a alguien porque hay una tercera persona impidiéndote hacerlo, por vergüenza, por ganas de estar a solas con la otra persona…
Sentados en la escalera del portal, él estaba detrás de mí, y mi amigo al lado. De repente, César me pasó el brazo por delante y me acarició la cara. Sentí un escalofrío. Noté como le hacía señas a su amigo para que se fuera, y lo hizo. Por fin nos habíamos quedado solos. Le apoyé contra la pared, y le besé. Pero, mi ingenuo se tropezó, y me dijo que teníamos que parar, que su padre tenía que recogerle. Tenía decepción escrito en mis ojos. Lo vio, me cogió y me besó. Fue corto, pero me gustó. Por el camino al lugar donde estábamos todos antes, le pregunté:
-¿Te arrepientes?
-Si hubiera sido otra noche no, pero es que mi padre me recogerá enseguida y…
-Bueno, tu verás lo que haces.
-No me digas que ya veré lo que hago, Rebeca.
-Vale, me callo.- Y de repente, me cogió del brazo, me puso delante suya, y me besó. Me besó de una forma un tanto inquietante.
Seguimos el camino. Yo iba callada, pensando en todo lo que había pasado esa noche. Lo volvió a hacer. De sopetón, me apoyó contra la pared, y me besó con ansia, con rapidez, con euforia, tal vez con algo de culpabilidad que más tarde sabría por qué.
Entramos en un parque para niños y me acostó en un puentecito de madera. Él se puso encima. Pero no hicimos nada más. Su padre le llamó para recogerle. La noche acabó. No volvimos a hablar en los siguientes días, así que supuse que para él solo había sido algún rollo más de una sola noche. Él parecía el típico chico guapo del cual todas las chicas van detrás de él y hace lo que quiere con ellas. El típico cabrón.
Pasé todo el mes de noviembre sin saber nada de él, y yo me moría por que me dirigiera una sola palabra. Pero poco a poco, volvimos a hablar a través del ordenador. Ahí es cuando se puede decir que realmente nos hicimos amigos, al menos para mí. Llegó a contarme un par de cosas que no lo sabía nadie más. A veces, solo tenía ganas de hablar con él cuando me encontraba algo mal. Seguimos así bastante tiempo, y yo empecé a sentir algo más de afecto hacia él.
Una tarde de febrero, estaba tumbada en la cama cuando recibí una llamada. Era él. Me preguntó si aquella tarde podía ir a su pueblo a verle, pero no podía. Lo intentaría al día siguiente, y lo conseguí.

1 comentario: